domingo, 28 de febrero de 2010

Que tragedia!


Efectivamente, tengo una muy mala noticia... Se ha quemado mi pollería. Y no es ningún juego de palabras que sugiera "se ha quemado mi polla herida" por supuesto en este blog no vamos a entrar en vocabulario ni expresiones tan mal sonantes. La pollería o asadero de pollos donde habitualmente acudía a comprar se ha quemado, es totalmente verídico.

Y esto me disgusta mucho porque, joder, los pollos eran a la brasa y se salían, aunque la rutina de ir a comprarlos a veces me ponía de los nervios.

Solo existían dos opciones y no sé cuál era peor, que el local estuviera a rebosar o que estuviera totalmente vacío. Si el caso era éste último, normalmente te tenías que esperar más de 5 minutos a que algún trabajador apareciera de no se sabe dónde para atenderte, normalmente algo "tocado del ala" con una inusual simpatía en el rostro, y te entretuviera otros 10 minutos más con una alegre charla sobre la situación del país o del último resultado de la Unión Deportiva. Si tu caso era el contrario y la tienda estaba a rebosar, no te quedaba otro remedio que coger número, pero, ¡sorpresa! miras el número antes de cogerlo y ves que en el dispensador está el 41 y el marcador va por el 70. Y te agobias sistemáticamente pensando que tiene que dar toda una vuelta para que vuelva a llegar al 41, hasta que por fin algo empieza a funcionar en tu cerebro y te quedas con que allí ni Cristo tiene un número. Entonces con una voz suave y melodiosa vas preguntando amablemente quién va el último hasta que das con él y entonces pasas a modo maruja, y a cada una de las personas nuevas que entran en el local las examinas de arriba a abajo preguntándote si será el listillo/a de turno que intentará colarse o comprar antes que tú, con la excusa de que es poco o tiene la comida al fuego, ¡Pero si tienes la puta comida al fuego que cojones haces comprando un pollo, desgraciada! Y es que mi lado irracional en muchas ocasiones me hace pensar en que situación debe de vivir una señora de 70 años para venir a comprar un grasiento pollo asado, por qué esa señora no está preparando una sopa de pollo y un pescado frito...

Pero rápidamente suelo caer en la cuenta de es probable que esa vieja sea de la pandilla del Monopol, y que por consiguiente la he ingenuamente minusvalorado, porque estas señoras suelen ir al Monopol en grupos organizados. Y eligen los días de mas tránsito para marcar el terreno. Son puretas independientes que esperan a que todo el mundo se amontone en las escaleras esperando a que algún empleado quite las cuerditas para acceder a las salas, y entonces, de una manera cruel, se hacen paso entre toda la gente directas al ascensor, con el pecho erguido y cara seria apartan a cuantos osen interrumpir su marcha. Una vez están subidas y pulsan el botón, la puerta comienza a cerrarse y ellas se miran unas a otras y ríen de manera cómplice pensado "Que listillas que somos", esa misma puta risita que entonan cuando aparece cualquier escena subidita de tono...

Por eso nunca debes fiarte de una viejita que se ha tomado la molestia de bajarse a comprar un pollo. NUNCA. Y cuando consigues que te despachen un pollo, que ni se te ocurra pedir que te lo partan si hay más de dos personas en la cola…

Así que te piras para tu casa deseando hartarte hasta reventar. Pero claro, eres un maldito estudiante como el resto de tus 3 compañeros de piso, esos mismos que como chacales salen de su cuarto cuando huele a pollo, y te comentan la posibilidad de compartir ese pollo, y tú no sabes cómo explicarles que si quieren pollo lo vayan a comprar y hagan la puta cola como has hecho tu, pero no quieres que esto suene ofensivo y asientes “gustosamente” aceptando compartir tu delicioso pollo a la brasa.

Es una sensación parecida a la que surge cuando te vas con 3 colegas de copas y el amable camarero te pone una tapita de aceitunas... y todo bien hasta que quedan 2 aceitunas en el plato. Tú reflexionas y llegas a la conclusión de que no has comido muchas así que te lanzas a por la penúltima, entonces cuando tu mano está llegando a su objetivo, fugazmente te planteas la posibilidad de hacer un majo y limpio y llevarte el 2x1, pero no, eres considerado y dejas la última sin estar del todo convencido de tu decisión, y entonces uno de tus otros colegas suelta: - ¡Bah, no dejes la de la vergüenza hombre! , mientras realmente está analizando tu expresión para si no cogerla él, y tú le devuelves un: - No enserio, estoy lleno. Pura mentira, porque deseas esa última aceituna sobre todas las cosas... Sin embargo mientras ustedes cruzan miradas, un tercer colega sale de las sombras y te espeta en la cara: ¡Bueno, si nadie la quiere me la como yo! Tú y tu amigo se retuercen internamente pensando que por estúpidos no han cogido esa última aceituna, y tu cuarto amigo, sí, el cuarto, sólo se ríe porque está demostrado estadísticamente que de cada cuatro personas, a una no le gustan las aceitunas.

Total, comes el pollo, la sensación no es el orgasmo alimenticio que te imaginaste a la salida de la pollería, pero sigue estando delicioso. Y como un buen almuerzo de pollo no puede faltar la frase de rigor por parte de alguno: Joder, comer pollo es un pringue, siempre gasto mil servilletas. Todos sonríen y asienten, pero son más que conscientes de que no es más que un intento de disculpar lo cerdo que es comiendo, que tiene desde las manos hasta el codo chorreando de aceite, que en sus brackets hay pollo para calmar al tercer mundo, que en la comisura de los labios tiene manteca para hacer un brownie y que en su vaso se puede ver perfectamente impresa en ali-oli la marca de sus labios... En fin, que es una pena lo que le ha pasado a mi pollería favorita.

Himar Soto ®

2 comentarios:

  1. Enserio, todos los que acudan al monopol un viernes-sábado que tengan cuidado con la pandilla del monopol...

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  2. Sí, yo una vez iba desesperado al estreno de una película que llevaba mucho tiempo deseando ver y tenía el tiempo justísimo, y las dos señoras hijas de puta que estaban delante mío se ponían a preguntarle a la taquillera de qué iba tal película, si esta otra película estaba bonita,... sin asimilar que a las 20:32 uno tiene que tener ya claro qué película pretende ver a las 20:30. Al final llegué a tiempo porque los trailers duraron bastante, pero esas dos so cabronas hicieron llegar tarde a una fila entera de gente.

    Buen texto, me dieron ganas de almorzar pollo. Con papas. Con un buen majaíto de ajo y perejil, oh my God.

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